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por Stefania Severi

La puerta constituye el lugar de intercambio entre lo que está fuera y lo que está dentro, en términos físicos y sobre todo metafísicos. Una puerta representa un desafío y una meta para el escultor en su carrera


Para todo escultor, y esto también se aplica a Benedetto Pietrogrande, la creación de una puerta de iglesia representa un compromiso muy importante. De hecho, el artista es consciente del alto valor simbólico de esta obra: la puerta constituye el lugar de intercambio entre lo que está fuera y lo que está dentro, en términos físicos y sobre todo metafísicos. Baste recordar, sobre todo, las puertas del Templo de Salomón, de las que en el libro I de los Reyes se da una explicación exacta sobre los tipos de madera, las decoraciones y el recubrimiento de pan de oro. Una puerta, incluso desde un punto de vista puramente técnico, presenta varios problemas: es un desafío entre lo plano y lo tridimensional; implica una visión compleja del conjunto que tiene en cuenta lo que está al nivel de la mirada del usuario y lo que está encima y debajo de ella; debe permitir el uso armonioso tanto de lo particular como de lo general sin desarmonías entre las distintas partes; se debe tener en cuenta la relación con la estructura arquitectónica; debe responder a las necesidades, valores e intenciones del cliente. En definitiva, una puerta constituye un desafío y una meta para el escultor en su carrera. Benedetto Pietrogrande ya ha realizado, además de numerosas obras públicas, principalmente sagradas, entre ellas paneles del Via Crucis, altares, ambos, tabernáculos, pilas bautismales y estatuas devocionales, incluidas las monumentales, también dos puertas de bronce: una para la iglesia de Scaldasole (Pavía), en 1993, y uno para la iglesia de S. Martino degli Svizzeri en el Vaticano, en 1999. Para San Giuseppe al Trionfale, el artista fue llamado a un nuevo compromiso y supo responder no sólo con profesionalismo sino también también con especial sensibilidad en relación con los contenidos y el lugar.
Cabe señalar que el esquema compositivo fue impuesto al artista; de hecho tuvo que crear 10 paneles, de 65 x 65 cm, en relación con la puerta de madera preexistente de la Basílica, que se conservó no sólo por razones meramente económicas (de hecho, es evidente que una puerta de este tamaño completamente en bronce habría supuesto unos costes muy elevados (más), sino también porque esa puerta había pertenecido a la catedral de Milán y había llegado a Roma gracias a la intervención directa de Don Guanella. Pero también fue deseo del santo dar mayor prestigio a la basílica que fundó con puertas de bronce. Por tanto, la solución elegida, enriqueciendo la puerta ya in situ con baldosas de bronce, satisfizo las distintas necesidades.
En este punto fue importante el diálogo entre cliente y artista en relación con los temas de los distintos paneles. Una breve observación puede aclarar la antigua y engañosa disputa entre libertad artística y limitación debida al tema propuesto por el cliente. Cierta crítica contemporánea sostiene que si se impone un sujeto a un artista, su libertad queda automáticamente limitada. En realidad, esta afirmación concibe la libertad no como una libre elección expresiva sino como una mera visión arbitraria, desprovista de referencias a la realidad. Por ejemplo, el tema de la huida a Egipto, además de ser esencial en una obra que celebra a San José, es un tema que remite a un texto, en este caso evangélico, pero luego le corresponde al artista desarrollarlo en el formas que considere más adecuadas. Pensemos a este respecto en las innumerables pinturas sobre este tema realizadas por muchos artistas de diferentes épocas. Y pensemos en los 22 grabados realizados por Giandomenico Tiepolo, todos diferentes y bellos, demostrando que ese tema fue para él un estímulo y no un límite. El tema es de hecho un incentivo para el verdadero artista, un campo de pruebas para compararse con aquellos que se han enfrentado a este tema antes que él y poder crear una versión nueva y original, "suya".
Pero, ¿la obra de Benedetto Pietrogrande para San Giuseppe al Trionfale es una puerta o un portal? En sentido técnico arquitectónico: la puerta se compone de uno o más elementos móviles que abren y cierran un paso; el portal es la estructura arquitectónica, simple o compleja, a la que se articula la puerta. Sin embargo, el término portal también se ha generalizado para indicar una puerta de gran tamaño e importancia. Por tanto ambos términos son adecuados para indicar la obra de San Giuseppe.
Por tanto, para analizar específicamente la obra de Pietrogrande, es necesario hacer algunas consideraciones sobre su modelado, que se caracteriza por una gestión que tiene en cuenta tanto la forma natural de referencia como una necesidad de síntesis, propia del arte a partir del siglo XX. El resultado son planos sintéticos pero nunca esquemáticos, que mantienen vivo el efecto de un golpe de espátula o de pulgar sobre la arcilla original.
En estos planos divergentes, la luz y la sombra se persiguen ligeramente, sin dar lugar nunca a efectos demasiado marcados. Por tanto, no es la plasticidad de la forma sino la ligera rugosidad de las superficies lo que caracteriza el conjunto. Nos encontramos ante una escultura con un relieve muy limitado que a veces recurre a un grafito o a un relieve aplanado -caería la tentación de utilizar el término renacentista y donateliano "stiacciato"- para obtener los distintos niveles de profundidad. El efecto es el de una luminosidad vibrante y difusa, que sin duda debe atribuirse a la gran tradición artística en la que se formó Pietrogrande, que es la veneciana.
Haber estudiado en la Academia de Bellas Artes de Venecia constituye no sólo un hecho biográfico sino un signo distintivo de su plasticidad. Después de haber trabajado principalmente en Milán, donde también fue profesor, más tarde dio al artista esa inclinación hacia los datos naturales que ha sido típica de esa escuela regional desde tiempos inmemoriales. La luminosidad del conjunto de los paneles es especialmente armoniosa gracias al amplio tratamiento de los planos de fondo, que permiten que la luz se propague por todo el perímetro de la puerta, para equilibrar la sombra del portal que podría haber creado una oscuridad más incisiva. Cada pieza se caracteriza por un ritmo compositivo orgánico en sí mismo pero que, al mismo tiempo, armoniza con el de las piezas vecinas, de modo que toda la secuencia resulta armoniosa.
Procediendo de arriba a abajo, de izquierda a derecha, los temas de los paneles son: Sant'Ambrogio y San Carlo Borromeo, cuya presencia está estrechamente ligada a la voluntad de San Luigi Guanella que los habría querido en la puerta de "su" iglesia ; San Pío X y Nuestra Señora de la Providencia; cuatro paneles relativos a San José, respectivamente el sueño, la huida a Egipto, la obra en Nazaret y el Tránsito; San Luigi Guanella con la Beata Chiara Bosatta y el Venerable Aurelio Bacciarini con Don Leonardo Mazzucchi.

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