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No estamos solos. Hechos para vivir en sociedad, siempre tenemos a alguien a nuestro alrededor: para charlar o hacer negocios, para discutir o echar una mano, para ofrecer y recibir amistad y amor. 

por Vito Viganò

È si bien es cierto que a veces hay que relacionarse con aquellos que no quieres conocer, aquellos que son molestos o tienen malas intenciones. Pero sin duda las ventajas de vivir en sociedad superan con creces los inconvenientes, riesgos y problemas. Ser y actuar con los demás desencadena vivos dinamismos en la vivencia de los valores personales. Incluso si se eligen y se mantienen íntimamente, es necesario ponerlos en práctica y de esta manera volverse manifiestos y perceptibles incluso para quienes viven con nosotros.

Valores y contexto social

El estar con los demás se convierte en el teatro en el que cada uno, con su manera de hacer, revela lo que cree, lo que importa en su vida. Trabajar duro para crear la calidad de vida deseada significa mostrar y resaltar el carácter que sentimos que somos. En el teatro, la obra tiene éxito si los diferentes actores están coordinados, según un guión común. En la convivencia humana las cosas se complican por las diferentes maneras de vivir los valores, de recitar el propio "guión". Aunque todos estemos dotados de la misma humanidad, aunque en última instancia nos atraigan las mismas cosas, cada uno de nosotros tiene una manera única y original de dedicarse a lo que consideramos más útil y correcto. Se pueden generar entonces entendimientos y complicidades, pero también divergencias y conflictos abiertos. Cuando diferentes formas de vivir los valores personales entran en conflicto, estos se convierten en la principal causa de sufrimiento y problemas en la convivencia. Pero al mismo tiempo la presencia de los demás nos lleva a practicar más fielmente nuestros valores.

Valores y relaciones

En la vida social existe la necesidad de crear relaciones con personas significativas por interés o amor, que así destaquen entre la masa de perfectos desconocidos que encontramos todos los días. Al principio, los vínculos surgen debido a factores instintivos bastante lábiles: una atracción espontánea, un gusto, una atracción sentimental u otros. Se reafirman y se vuelven más profundos cuando surge una consonancia al compartir ciertos valores, por ejemplo si amas la naturaleza o viajas, si practicas un deporte o yoga o cuando eres activo en la comunidad cristiana o en un grupo particular. Necesitamos descubrir en el otro al menos un poco de lo que consideramos profundamente válido. Una pareja, basada en el amor o en los negocios, no puede durar mucho tiempo si no hay armonía, si faltan motivos para estar juntos, si no hay intereses comunes o actividades compartidas. En las parejas en crisis surge a menudo una amarga observación: "Ya no tenemos nada que compartir". Significa que el alma de cada uno está ahora orientada hacia cosas diferentes, o quizás simplemente hacia diferentes maneras de practicar los mismos valores. Los motivos que alguna vez nos llevaron a sentirnos aliados y cómplices de un proyecto de vida común ya no funcionan.

evento
de valores

Dedicarte a tus valores crea el contexto para descubrirte a ti mismo y mostrar un poco de tu yo interior. Estamos bajo la mirada de los espectadores y normalmente no nos importa sentirnos observados, porque siempre experimentamos la expectativa de ser considerados, quizás apreciados, quizás amados. Exigimos respeto a nuestras formas personales de expresión e incluso buscamos la complicidad de los demás en aquello que tiene valor para nosotros mismos. Si otros aprecian y comparten lo que nos importa, hay una confirmación de la bondad de nuestras elecciones de vida. Pero hacer gala de nuestros valores personales nos lleva a veces a sentirnos reticentes y cautelosos, preocupados por no dejar escapar lo que vivimos en nuestro interior. No nos atrevemos a exponer en público nuestra fe religiosa, una profesión política o la atención personal que prestamos para salvaguardar la salud. Más que los valores en sí, son más bien las formas concretas de ejercerlos las que crean dificultades y reticencias, cuando se supone que no son compartidos ni alineados con los oficiales o más populares.

Valores y confiabilidad

Desde una realidad íntima, los valores se hacen visibles cuando los ponemos en práctica. Todos tenemos una habilidad mental "sofisticada", llamada Teoria de la mente, que nos permite rastrear desde las formas concretas de acción hasta lo que las personas tienen en su interior, sus orientaciones, sus intenciones, los sentimientos que viven. Pero esta es una habilidad que debe usarse con precaución, porque existe un riesgo fácil de atribuir nuestras experiencias a otros. Sin embargo, es una habilidad que funciona y permite formular hipótesis sobre lo que el otro cree, considera importante o esencial para su buena vida.

Además, cuando uno observa el comportamiento de los demás, también ejercita un hábil sentido crítico que hace comparaciones entre la práctica observada y las verdades internas que se cree que tiene la persona examinada. Instintivamente nos volvemos muy exigentes a la hora de evaluar la coherencia y la integridad de las acciones de otras personas. 

Además, para que una relación tenga una duración y calidad adecuadas, es importante evaluar la armonía entre el hacer y el ser. Esto confirma que la persona es confiable: eres coherente, eres sincero, puedo confiar en lo que dices, en lo que prometes, en los sentimientos que muestras: puedo sentirme cómodo, es agradable estar contigo.